V I C H A D A .... Sí Aprende

Churchill Winston

A las 11.15 del 3 de septiembre de 1939, el primer ministro británico, Neville Chamberlain, se dirigió por radio a la nación para anunciar que estaban en guerra con Alemania. De inmediato comenzaron a sonar las sirenas. Testigo de excepción, Winston Churchill --primer ministro durante los períodos 1940-1945 y 1951-1955-- describe el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y sus principales acontecimientos desde la profundidad de su análisis y la intensidad de su vivencia con pluma lúcida e incisiva. El camino hacia el desastre desde el Tratado de Versalles hasta que Hitler conquista Polonia, la caída de Francia y la batalla de Gran Bretaña, el bombardeo de Londres, las operaciones anfibias en el norte de África e Italia, el día D, Pearl Harbor, la liberación de Europa Occidental o el lanzamiento de la bomba atómica son algunos de los hechos relatados en este extraordinario documento, considerado una obra maestra de la literatura del siglo xx, que trasciende cualquier género para constituir un clásico de la política, la diplomacia y la estrategia militar. Tamaño: 1.255 Kb, Literatura, Biografías
Este es el segundo tomo de las Memorias de la Segunda Guerra Mundial en la versión NO ABREVIADA que comenzó a publicar la editorial Janés en 1949. A las 11.15 del 3 de septiembre de 1939, el primer ministro británico, Neville Chamberlain, se dirigió por radio a la nación para anunciar que estaban en guerra con Alemania. De inmediato comenzaron a sonar las sirenas. Testigo de excepción, Winston Churchill -primer ministro durante los períodos 1940-1945 y 1951-1955- describe el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y sus principales acontecimientos desde la profundidad de su análisis y la intensidad de su vivencia con pluma lúcida e incisiva. El camino hacia el desastre desde el Tratado de Versalles hasta que Hitler conquista Polonia, la caída de Francia y la batalla de Gran Bretaña, el bombardeo de Londres, las operaciones anfibias en el norte de África e Italia, el día D, Pearl Harbor, la liberación de Europa Occidental o el lanzamiento de la bomba atómica son algunos de los hechos relatados en este extraordinario documento, considerado una obra maestra de la literatura del siglo xx, que trasciende cualquier género para constituir un clásico de la política, la diplomacia y la estrategia militar. Tamaño: 7.471 Kb, Literatura, Biografías
Grandes contemporáneos es una colección de 22 ensayos biográficos breves. Fue publicada originalmente en 1937, pero fueron escritos entre 1928 y 1931. Las figuras a las que se refiere el libro son: El conde de Rosebery, el Kaiser Guillermo II, George Bernard Shaw, Joseph Chamberlain, Sir John French, Sir John Morley, Hindenburg, Herbert Asquith, Lawrence de Arabia, el Conde de Birkenhead, Mariscal Foch, Alfonso XIII, Douglas Haig, Arthur James Balfour, Adolf Hitler, George Curzon, Philip Snowden, Clemenceau, Jorge V, Lord Fischer, Charles Parnell y Baden Powell. Tamaño: 767 Kb, Literatura,Biografías
Con documentos oficiales, abundantes testimonios y el rastreo minucioso de la información brindada por diarios estadounidenses como The New York Times, Carlos De Nápoli logra en este libro vincular por primera vez una serie de acontecimientos cruciales y simultáneos de la Segunda Guerra Mundial, que la historiografía oficial ha intentado conservar como hechos independientes. Las tropas del Tercer Reich ya habían ocupado casi por completo el territorio europeo y preparaban para el 22 de junio de 1941 la Ocupación Barbarroja, es decir, la invasión nazi a la Unión Soviética. Pero antes de abrir el Frente Oriental, Hitler debía asegurarse el dominio absoluto o al menos una tregua con su Frente Occidental. Tanto Hitler como Churchill necesitaban alcanzar algún grado de entendimiento, pero ese pacto no podía ser público. Tamaño: 824 Kb, Sociales, Historia
Un solo hombre cambió el rumbo de la historia. Estadista, militar, escritor, pintor, reportero de guerra..., al controvertido primer ministro británico Winston Churchill se le recuerda como uno de los políticos más relevantes del siglo XX. Con motivo del cincuentenario de su muerte, el popular alcalde de Londres, Boris Johnson, hace un repaso a su vida preguntándose en qué consiste el llamado `factor Churchill`, qué explica su particular esplendor para, a partir del mismo, hacer una reflexión sobre el liderazgo político y social en nuestros días. Churchill fue un político tan admirado como cuestionado. Amante de la buena mesa, la bebida y el tabaco, fue un político de amplias miras y un orador sin igual, uno de los pioneros en Gran Bretaña en defender la sanidad pública, la educación y el bienestar social, sin por ello renunciar a su incorregible incorrección política. Nunca mostró miedo ni como militar, ni como periodista en Sudán y Sudáfrica, ni como ministro paseando por los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial o enfrentándose a Hitler... Quiso incluso personarse en el desembarco en Normandía, pero se lo impidió el rey. Hombre de armas, pero también de letras, es el único premier británico galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Johnson pasa revista tanto a sus éxitos, a veces sobredimensionados y mitificados, como a sus errores, para describirnos, con su característico ingenio y apasionamiento, a un hombre, lleno de contradicciones, de una profunda humanidad, de una valentía contagiosa y de una impresionante elocuencia, pero también dotado como nadie de un talento incomparable para la estrategia. `El factor Churchill` no es solo un libro para los interesados en la Historia, es también una reflexión sobre el liderazgo y la importancia del ser humano para acometer empresas importantes, una lectura fundamental para todo el que quiera saber de qué están hechos los grandes líderes. Tamaño: 15.901 Kb, Literatura, Biografías
La vida de Winston Churchill ofrece una extraordinaria diversidad. Pese a lo que pudiera pensarse, su atención no se concentró únicamente en la política, y así nos encontramos con el Churchill estadista, soldado, aventurero, periodista, historiador, orador, biógrafo, pintor? Alan Moorehead, el autor de Gallipoli, realiza en esta biografía un conciso pero completo estudio de todos los matices que conforman la personalidad de quien tal vez, fuera el hombre británico más importante de su época. Tamaño: 22.127 Kb, Literatura, Biografías
La lucha por la libertad. Tanto George Orwell como Winston Churchill vieron peligrar su vida a mediados de la década de 1930: Orwell por un disparo en el cuello en la guerra civil española y Churchill en un accidente de coche en Nueva York. De haber muerto entonces, la historia apenas les recordaría. Churchill era un político acabado, sospechoso para su clase y para su propio partido, y Orwell era un novelista del que como mucho se habría podido decir que tenía un éxito moderado. Ambos mantenían una actitud antitotalitaria que no contaba con demasiados partidarios en aquella época. La democracia había quedado desacreditada en muchos círculos y los dirigentes autoritarios, de uno y otro color, estaban, en cambio, al alza. Churchill y Orwell, cada uno por su lado, fueron capaces de ver que lo que se hallaba en peligro era la libertad del ser humano y que, ya fuera comunista o fascista, un Gobierno que negaba a la población sus derechos constituía una amenaza contra la que había que luchar. Los dos, uno en la arena política y el otro en el campo de las letras, demostraron en los años siguientes estar a la altura de los tiempos. Y aunque Churchill jugó un papel mayor en la derrota de Hitler y el Eje, Orwell creó con Rebelión en la granja y 1984 dos metáforas inmortales sobre los peligros del totalitarismo cuya influencia llega hasta hoy. Sus vidas, las de ambos, fueron un canto al poder de las convicciones morales, y al valor que se requiere para mantenerse fiel a ellas, contra viento y marea. Tamaño: 4.460 Kb, Sociales, Política
Esta es, sin duda, la mejor biografía de Winston Churchill que se haya publicado. Andrew Roberts, considerado como el mejor historiador militar británico, ha podido utilizar para su trabajo una gran cantidad de documentos que ningún biógrafo había podido consultar con anterioridad, incluídos los diarios privados del rey Jorge VI, que se reunía regularmente con Churchill durante la guerra. La riqueza de la documentación que maneja permite a Roberts ahondar en la realidad humana del personaje, siguiendo su vida desde su infancia y la conflictiva relación con su padre hasta su declive, lo cual hace que el lector pueda «ver la Segunda Guerra Mundial a través del prisma del resto de su vida». Tamaño: 20.346 Kb, Literatura, Biografías
¿Cómo abarcar en una biografía una personalidad y una actividad política tan complejas como las de Winston Churchill? Richard Toye, profesor de la Universidad de Exeter, ha tenido la idea de coordinar para ello a un equipo de especialistas que han investigado diversos aspectos de su vida, entre los cuales figuran historiadores de tanto relieve como Jeremy Black, Richard Overy o Chris Wrigley, para que cada uno se ocupe del período de la vida de Churchill, o del aspecto de su actividad política, que mejor conozca. Tenemos así una sucesión de capítulos que, comenzando con sus primeros pasos en la política y con su discutida gestión al frente del Almirantazgo en la primera guerra mundial, van siguiendo su trayectoria hasta los años de la «guerra fría», luego, otros capítulos están dedicados a temas específicos como su relación con el mundo islámico, con el imperio británico, con las armas nucleares o, en un plano muy distinto, con las mujeres que marcaron su vida. Tamaño: 2.327 Kb, Literatura, Biografías



BIOGRAFÍA:
Sir Winston Leonard Spencer Churchill,(Blenheim Palace, Oxfordshire, 1874 - Londres, 1965).
Político británico. A lo largo de su brillante carrera, sir Winston Leonard Spencer Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.
Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
Nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Su padre era lord Randolph Churchill y su madre una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie Jerome. No hay duda de que en sus primeros años conoció la felicidad, pues en su autobiografía evoca con ternura los días pasados bajo la sombra protectora de su madre, que además de hermosa era culta, inteligente y sensible.
Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el niño reaccionó con rebeldía, estar lejos del hogar le resultaba insoportable, y Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro primer ministro fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría de él: `No era un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia era brillante, pero sólo estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su aprobación.`
Churchill fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso en la Academia Militar de Sandhurst. Sin embargo, una vez entró en la institución se operó en él un cambio radical. Su proverbial testarudez, su resolución y su espíritu indomable no lo abandonaron, pero la costumbre de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado y serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.
Poco después se incorporó al Cuarto de Húsares, regimiento de caballería reputado como uno de los mejores del ejército. Combatió en Cuba, la India y el Sudán, y en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había encontrado en los libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le servirían para hacer frente a los enemigos de Inglaterra.
No obstante, la vida militar no tardó en cansarlo. Renunció a ella para dedicarse a la política y se afilió al Partido Conservador en 1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado por escaso margen, Churchill se trasladó a África del Sur como corresponsal del Morning Post en la guerra de los bóers.
Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular: por primera vez, su nombre saltó a las portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientos kilómetros, afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es de extrañar, pues, que consiguiese un escaño en las elecciones celebradas con el cambio de siglo y que, recién cumplidos los veintiséis años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.
En el Parlamento, sus discursos y su buen humor pronto se hicieron famosos. Pero su espíritu independiente, reacio a someterse a disciplinas partidarias, le granjeó importantes enemigos en la cámara, incluso entre sus propios correligionarios. Así pues, no es de extrañar que cambiara varias veces de partido y que sus intervenciones, a la vez esperadas y temidas por todos, suscitaran siempre tremendas polémicas.
Tras ser designado subsecretario de Colonias y ministro de Comercio en un gobierno liberal, Churchill previó con extraordinaria exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial y el curso que siguió la contienda en su primera etapa. Sus profecías, consideradas disparatadas por los militares, se convirtieron en realidad y sorprendieron a todos por la clarividencia con que habían sido formuladas.
Churchill fue nombrado lord del Almirantazgo y se embarcó inmediatamente en una profunda reorganización del ejército de su país. Primero se propuso hacer de la armada británica la primera del mundo, cambiando el carbón por petróleo como combustible de la flota y ordenando la instalación en todas las unidades de cañones de gran calibre. Luego puso en marcha la creación de un arma aérea y, por último, decidido a contrarrestar el temible poderío alemán, impulsó la construcción de los primeros `acorazados terrestres`, consiguiendo que el tanque empezasea ser considerado imprescindible como instrumento bélico.
Finalizada la contienda, Churchill sufrió las consecuencias de la reacción de la posguerra y durante un tiempo fue relegado a un papel secundario dentro de la escena política. En 1924 se reconcilió con los conservadores y un año después fue puesto al frente del ministerio de Hacienda en el gobierno de Stanley Baldwin.
Era una época de decadencia económica, inquietud, descontento laboral y aparatosas huelgas, y el conservadurismo obstinado de que hacía gala no contentó ni siquiera a sus propios colegas. En una palabra, todo el mundo estaba cansado de él y su popularidad descendió a cotas inimaginables años antes. Entre 1929 y 1939, Churchill se apartó voluntariamente de la política y se dedicó principalmente a escribir y a cultivar su afición por la pintura bajo el seudónimo de Charles Morin. `Si este hombre fuese pintor de oficio dijo en una ocasión Picasso, podría ganarse muy bien la vida.`
Churchill siguió perteneciendo al Parlamento, pero durante esos años careció prácticamente de influencia. Las cosas cambiaron cuando, al observar la creciente amenaza que Hitler constituía, proclamó la necesidad urgente de que Inglaterra se rearmase y emprendió una lucha solitaria contra el fascismo emergente. En reiteradas ocasiones, tanto en la cámara como en sus artículos periodísticos, denunció vigorosamente el peligro nazi ante una nación que, una vez más, parecía aquejada de una ceguera que podía acabar en tragedia.
Tras la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, en el que Gran Bretaña y Francia cedieron ante el poderío alemán, la gente se dio cuenta nuevamente de que Churchill había tenido razón desde el principio. Hubo una docena de ocasiones en las que hubiera sido posible detener a Hitler sin derramamiento de sangre, según afirmarían después los expertos. En cada una de ellas, Churchill abogó ardorosamente por la acción.
El 1 de septiembre de 1939, el ejército nazi entró con centelleante precisión en Polonia, dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania y, por la noche, Churchill fue llamado a desempeñar su antiguo cargo en el Almirantazgo. Todas las unidades de la flota recibieron por radio el mismo mensaje: `Winston ha vuelto con nosotros.`
Los mismos diputados que una semana antes lo combatían con saña, lo aclamaron puestos en pie cuando hizo su entrada en el Parlamento. Pero aquella era una hora amarga para la historia del Reino. La nación estaba mal preparada para la guerra, tanto material como psicológicamente. Por eso, cuando fue nombrado primer ministro el 10 de mayo de 1940, Churchill pronunció una conmovedora arenga en la que afirmó no poder ofrecer más que `sangre, sudor y lágrimas` a sus conciudadanos.
El pueblo británico aceptó el reto y convirtió tan terrible frase en un verdadero lema popular durante seis años, su contribución a la victoria iba a ser decisiva. Churchill consiguió mantener la moral en el interior y en el exterior mediante sus discursos, ejerciendo una influencia casi hipnótica en todos los británicos.
Formó un gobierno de concentración nacional, que le aseguró la colaboración de sus adversarios políticos, y creó el ministerio de Defensa para una mejor dirección del esfuerzo bélico. Cuando la Unión Soviética firmó un pacto de no agresión con Alemania, y mientras los Estados Unidos seguían proclamando su inamovible neutralidad, Churchill convocó una reunión de su gabinete y con excelente humor dijo: `Bien, señores, estamos solos. Por mi parte, encuentro la situación en extremo estimulante.`
Por supuesto, Churchill hizo todo lo posible para que ambas potencias entrasen en la guerra, lo que consiguió en breve tiempo. Durante interminables jornadas, dirigió las operaciones trabajando entre dieciséis y dieciocho horas diarias, transmitiendo a todos su vigor y contagiándoles su energía y optimismo.
Por fin, el día de la victoria aliada, se dirigió de nuevo al Parlamento y al entrar fue objeto de la más tumultuosa ovación que registra la historia de la asamblea. Los diputados olvidaron todas las formalidades rituales y se subieron a los escaños, gritando y sacudiendo periódicos. Churchill permaneció en pie a la cabecera del banco ministerial, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sus manos se aferraban temblorosas a su sombrero.
A pesar de la enorme popularidad alcanzada durante la guerra, dos meses después el voto de los ingleses lo depuso de su cargo. Churchill continuó en el Parlamento y se erigió en jefe de la oposición. En un discurso pronunciado en marzo de 1946 popularizó el término `telón de acero` y algunos meses después hizo un llamamiento para impulsar la creación de los Estados Unidos de Europa.
Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Alegando razones de edad, presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes.
Reelegido en 1959, ya no se presentó a las elecciones de 1964. No obstante, su figura siguió pesando sobre la vida política y sus consejos continuaron orientando a quienes rigieron después de él los destinos del Reino Unido. El pueblo había visto en Churchill la personificación de lo más noble de su historia y de las más hermosas cualidades de su raza, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte, acaecida el 24 de enero de 1965.
Motivaciones de la Academia Sueca para el otorgamiento del premio Nobel de literatura: «por su dominio de las descripciones biográficas e históricas así como por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos exaltados».